Ya me resultaba difícil mudarme, pero cambiarme de país era brutal, jamás me hice a la idea de cambiarme de instituto y de identidad.
No me gusta alabarme, pero podría afirmar que soy una chica normal, comprensiva, inteligente, valiente y alegre; aunque todo eso no duraría por mucho tiempo.
Mi familia y yo nos mudamos a un país europeo, al principio tuve que sufrir muchos problemas de adaptación física y psicológica.
La verdad estaba acostumbrada a ser una diva, no me gustaba eso de estar en las sombras, pero yo soy africana y estoy en un nuevo mundo; suena crudo o raro esa expresión.
Jamás fui bien recibida, ya que mi piel es oscura, mi pelo áfro y tengo diferente perspectiva acerca de la religión y cultura.
En mi primer día de instituto recuerdo que llevaba "Rasta", las rastas son trenzas con extensiones; en clase todo el mundo me miraba raro, me sentía incómoda, pero a la vez especial, claro todas llevaban el pelo liso algunas largo y otras corto.
Las primeras personas que comenzaron a tratarme mal, eran mis profesores, con sus burlas ofensivas.
Las burlas se extendieron por los alumnos, me llamaban de apodo fregona o medusa; supongo que medusa por la mitología griega "MEDUSA" con la cabeza de serpientes; no sólo se reían de eso, también de mi forma de hablar, de comer, de pensar, de llorar, etc; es verdad que el idioma me costaba, pero gracias a los diccionarios, a Google y gracias a las Apps aprendí.
La expresión que más me marcó era que somos monos y los monos jamas serán humanos; me destrozaba no poder reír con ellos o llorar por ellos.
La primera evaluación me fue horrible, adelgacé muchísimo por no parar de llorar; así que en la segunda recogí los pocos restos de mí que quedaban y comencé a pegarlos; me decía a mi misma que todo pasaría y las cosas cambiarían.
En la segunda evaluación cambié drásticamente, me dejé de hacer trenzas, y a menudo iba al instituto con el pelo afro, comencé a ser yo misma, y mis notas comenzaron a subir, creó que incluso fuí una de las mejores estudiantes, mis nueves ochos y dieses eran la envidia de toda la clase; como no era de esperar, los insultos hacia mí aumentaron, mejoré tanto que ya no me importaba los insultos. En el último año hice amigos, muchos me pedían consejos para estudiar.
Me dí cuenta que mi personalidad era lo que me hacía fuerte.
Me dí cuenta que mi personalidad era lo que me hacía fuerte.
Comentarios
Publicar un comentario